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Arcozelo, el cuerpo incorrupto de María Adelaide


En el Norte de Portugal, un buen número de cuerpos incorruptos son venerados como santos, especialmente por las novias, que les entregan como ofrenda su pelo, vestidos nupciales y otros objetos relacionados. Algunos de estos trajes visten los restos venerados como santos, que incluso han presenciado enlaces matrimoniales como si fuese un invitado más.
La mujer entra en la pequeña capilla y hace una señal de reverencia. Sube los tres escalones de mármol, desgastados por los miles de pasos de los devotos, y reza casi en silencio una plegaria. Coloca uno de los exvotos sobre la tapa de cristal que protege el cuerpo incorrupto de la santa. Es solo una de las ofrendas que entregará a Maria Adelaide, ya que en el Museo dedicada a esta santa popular dejará su vestido de novia y la trenza de pelo que llevaba el día de su boda. Quiere agradecer así el haber tenido una buena boda, a la vez que pedirle un venturoso matrimonio.
Es el santuario de Maria Adelaide, ubicado en el cementerio de Arcozelo, en la localidad portuguesa de Vila Nova de Gaia. El recinto, que no escatima lujos a pesar de ser una santa no oficial, acoge el cuerpo incorrupto de una vecina enterrada en la localidad. Su tumba está cubierta por un cristal y dentro de la ajustada capilla se encuentran numerosos santos ‘oficiales’ situados en un pequeño altar. A su alrededor, sorprenden algunos exvotos tradicionales y otros llamativos, como figuras de cera de distintas partes del cuerpo con el nombre de la persona que las ha donado, algunas de tamaño real, y objetos personales relacionados con las bodas, como pelo o trajes de novia. Sobre el sarcófago que alberga el cuerpo, numerosas pequeñas ofrendas dan cuenta de la arraigada y prolífica fe que le profesan sus convecinos.
Como en todo santuario que se precie, aunque no sea oficial, se pueden comprar todo tipo de objetos relacionados con la santa y la fe católica, como muñecos de cera, cruces con la imagen de Cristo, llaveros, rosarios o postales.
En el recinto se encuentra un museo donde se exponen algunos de los exvotos ofrecidos por los visitantes a la santa, especialmente los relacionados con las novias. Así, en este particular museo se acumulan más de medio millar de vestidos de novia, trajes de bautismo y comunión, monedas y notas de devotos más de 25 países, artesanías, cerámicas, collares, anillo, prótesis, cabellos cortados, relojes, camisetas de jugadores de fútbol y fotografías con agradecimientos por los favores recibidos. Es una estampa que se repite en numerosos santuarios esparcidos en todo el mundo cristiano, especialmente en España, Portugal y América del Sur, que reflejan los pequeños o grandes ‘milagros’ que justifican su fama.
Por la capilla del cementerio de Arcozelo se puede ver un trasiego casi continuo de devotos, que rezan una plegaria, tocan con respeto el sarcófago con el cuerpo de Maria Adelaide o cumplen con alguna promesa. Es que Maria Adelaide, como toda santa, tiene su historia piadosa y milagrosa.

Un cuerpo centenario 

En 1915 se descubrió, en buen estado de conservación, el cuerpo de Maria Adelaide de San José e Sousa, treinta años después de su fallecimiento.
Según sus biógrafos, la santa de Arcozelo tuvo una vida ejemplar, ayudaba a la gente pobre, congeniaba con los niños, reconciliaba parejas con problemas matrimoniales y fabricaba con sus propias manos dulces que les servían para ayudar a gente sin recursos.
A pesar de haber nacido en la vecina localidad de Oporto, fue enterrada en el cementerio de Arcozelo en septiembre de 1885. En febrero de 1916 fue abierto el cajón que albergaba los restos de la mujer. Según su biografía, “encontraron el cuerpo de una mujer completamente intacto, como intactas estaban las ropas que lo cubrían y exhalaba un acentuado aroma a rosas”. Esta característica se repite en muchos de los cadáveres, y representa lo que se conoce como “olor de santidad”.
Lejos de preservar el cadáver incorrupto de Adelaide, volvieron a enterrarlo añadiéndole productos químicos que aceleraran su desintegración. Para evitar lo que inevitablemente ocurrió, le pidieron a los presentes que guardaran secreto sobre la incorruptibilidad entre los vecinos. Pero pocos días después el secreto dejó de serlo, y finalmente el cuerpo fue desenterrado por iniciativa popular. María Adelaide continuaba incorrupta, reforzando la idea de que se trataba de una santa. El cuerpo fue lavado dentro de una capilla, le cambiaron las ropas y la colocaron en una urna. Los vecinos pudieron observarla en la primera muestra de devoción, a la que le sucederían otras multitudinarias. Cinco años después fue exhumada nuevamente para su traslado a una nueva capilla. La cal viva que habían echado sobre el cuerpo había provocado algunos daños, pero las crónicas aseguran que seguía incorrupto y con el característico olor a rosas.
Exvotos en el santuario de Maria Adelaide
A partir del 17 de mayo de 1924, el cuerpo de María Adelaide fue expuesto por la fe y devoción del público, que valoraba su cuerpo intacto y su “bondad” como atributos para honrarla como santa. Difícilmente se puede saber por qué Maria Adelaide inspira tanta devoción entre las novias, pero lo cierto es que es una costumbre que existe desde los primeros años. De este hecho da cuenta una nota de agradecimiento publicada en el famoso rotativo portugués Jornal de Notícias, en su edición del 6 de noviembre de 1924. Relata la historia de una mujer que, habiendo hecho la promesa de entregar a la santa su vestido de novia, llegado el momento intentó cambiarlo por otro parecido: Cuando intentaron vestir a Maria Adelaide con el traje, el testimonio dice que “fueron a la capilla para vestir al bendito cuerpo de la ‘santinha’. ¡No lo consiguieron! ¡Una fuerza extraña hacía inútiles todos los esfuerzos! La gente estaba asustada”.
El relato prosigue contando cómo, cuando la propia interesada llevó la prenda verdadera, la que había utilizado en la boda, no tuvo ningún problema en ajustarlo al cuerpo incorrupto de Maria Adelaide: “El vestido le quedó como si fuese hecho para ella. Sin ninguna arruga ni doblez”, reza el relato.
En otro de los más famosos cuerpos incorruptos venerados por las novias en el Norte de Portugal es el de Justa Rita de Lóbrigos. Allí encontramos algunos otros detalles de esta curiosa devoción, extendida por al menos media docena de lugares de la geografía lusa.

Justa Rita, la virgen incorrupta


Justa Rita, como se la conoce popularmente, es venerada también como santa y no son pocos los devotos que se acercan a su mausoleo, ubicado en San Miguel de Lobrigos, cerca de la localidad portuguesa de Vila Real.
Falleció a los 80 años, hace ahora siglo y medio, su cuerpo fue enterrado y exhumado en varias ocasiones y llegó a ser quemado con alquitrán por un grupo de escépticos, aunque eso no impidió que se mantuviese incorrupto y su devoción. Sus restos se mantienen expuestos en un mausoleo protegido por una tapa de cristal en el que se pueden ver las huellas de las quemaduras. Una mujer la cambiaba de ropa y la mantenía aseada, pero cuando su cuidadora murió, hace 20 años, nadie más hizo este servicio.
Las leyendas tejidas en torno a esta santa aseguran que fue enterrada virgen, por lo que la persona que cambiaba su ropa se veían dificultada para hacerlo si había una presencia masculina. Otra historia más reciente cuenta que un matrimonio vino a agradecer un favor a la santa incorrupta, y cuando el hombre tocó su mano, las luces del recinto se apagaron misteriosamente. Estos hechos quizá alimentan la devoción de las novias, que también le ofrecen sus objetos más personales a modo de ofrenda.
Los de Maria Adelaide y Justa Rita son los cuerpos incorruptos más conocidos relacionados con las bodas, pero aun hay otros.

El cadáver preside una boda


La devoción por los cuerpos incorruptos y su relación con las bodas queda reflejada en otros casos ocurridos en el Norte del país luso. Así, en Paredes, en el cementerio de Vilela, se encuentran tres cuerpos sin descomponer, aunque la tradición popular venera especialmente a uno de ellos, de nombre María Carolina. Los restos de esta mujer llegaron a presidir una boda, como uno más de los asistentes a la ceremonia.
Por el romántico nombre de “Princesinha da Calçada” se conoce un cadáver incorrupto que gozó de gran veneración entre las novias, que le ofrecían su vestido antes de la boda. Los días de fiesta local vestían a la santa con uno de estos atuendos matrimoniales, que luego eran a su vez alquilados a otras novias para el día de su boda. Finalmente, la capilla fue cerrada.
El cuerpo de María de Jesús es venerado en Prozelo-Amares, cerca de la ciudad de Braga. Fue asesinada en los años treinta del siglo pasado y el cuerpo fue encontrado a finales de los sesenta por el enterrador.
En Lalim, Lamego, se venera a la Santinha Aparecida, que fue desenterrada alrededor del año 1890, cuando llevaba más de un siglo bajo tierra. El cadáver fue expuesto primero en la iglesia y luego en un palacete local.
En Barcos-Tabuaço se encuentra el cuerpo de Maria Adelaide Sá Meneses, fallecida en junio de 1878. La historia recuerda a esta mujer como una persona despreocupada de la fe. El cuerpo se encuentra expuesto en la capilla de Santa Bárbara y las leyendas locales le atribuyen, como a otros incorruptos, el crecimiento de pelo y uñas, hasta el punto que dicen que cuando falleció no tenía cabello en la cabeza, y que después de muerta lo recuperó.

Esta historia está incluida en mi libro "Narcosantos y otras extrañas devociones".

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